Palermo, Orlando en el centro del dolor

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La muerte de un amigo, el desvanecimiento de un mundo, las lágrimas.
Pero Leoluca Orlando se quedará.

En la muerte de Letizia Battaglia, que fotografió una ciudad en su carne torturada y en su esperanza de curación, está el desvanecimiento profético de un mundo que se presentaba como la resurrección de larguísimas Pasiones, que algo (mucho o poco) ha cambiado, pero que no ha logró el intento palingenético que él mismo se había asignado.

Palermo siempre es Palermo.
Nacieron diferentes horizontes, tal vez enfatizados más que su peso real, pero nacieron y está bien.
Sin embargo, el destino todavía parece un blanco y negro de las fotos de archivo.
Y si ya no es sólo la mafia para decretar la fisonomía de una invivibilidad feroz, sobreviven las cosas y los sentimientos arruinados de una comunidad que se siente traicionada por la promesa no realizada de la redención.
¿Cómo es posible, en efecto, que los vivos puedan encontrar la paz, si los muertos no la encuentran, en la obscenidad de los cuerpos amontonados en el cementerio de los Pergaminos, un tema del que demasiadas personas bienpensantes nunca se han escandalizado? por, porque está peligrosamente en contraste con el marketing de la visión?

En el centro de ese universo, como en el icono fotográfico que se muestra aquí (un disparo del periodista Fabio Citrano, desde la oficina de prensa del Municipio), ahí está él, el maestro de los sueños.
el, eso es Leoluca Orlando, Alcalde saliente que ya no volverá, retratado en la contemplación de un destino de fugacidad.
Todo, en señal de una continuidad formal o un cambio de paradigma decretado por las próximas elecciones, será en todo caso diferente.
Ya nada volverá a ser orlandismo.
Y no es raro -quién sabe si en Palermo pasará lo mismo- que los herederos reales o presuntos sean los más discontinuos.
Por eso, en la muerte de una gran mujer-artista-fotógrafa-periodista inmortal e históricamente situada, contemplamos el anuncio colectivo del fin de un modo de ser, ligado a la Primavera de Orlandia y decaído en el cambio de estaciones.

En el centro de la representación de una Pasión política, secular y humana, está invariablemente él, el ‘SinnacOllanno’, Luca, el hombre que quiso ser Palermo, dotado de un carácter naturalmente teatral y funcional al proyecto.
Pero, tratándose de un duelo de esta magnitud para quienes lo viven de cerca, se ilustra aquí el simple epígrafe de una inmensa y sincera semilla de llanto.

Así desaparece todo un mundo, con sus victorias y sus derrotas – todos podrán evaluarlos – esas fueron las victorias y derrotas de todos.
Así saluda a su pueblo, a sus heridas y a sus propios sueños, incluso antes de la fecha límite, Leoluca Orlando, alcaldesa de Palermo.
Cercano, lejano y enigmático.
El que quedará, mucho más allá de su parábola política, sea como sea.