La despedida de Palermo a Letizia Battaglia

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PALERMO – El último viaje de Letizia Battaglia comienza con Hallelujah y continúa con My Way, la canción que mejor plasma su personal manera de vivir y morir.
La trompeta sigue tocando canciones célebres y conmovedoras mientras el féretro del fotoperiodista, fallecido a los 87 años, se dirige a Cosenza para ser incinerado.
A su alrededor está la gente de Palermo, una ciudad llena de contradicciones, que Letizia había contado con sus planos e interpretado con la fuerza de su humanidad.
Palabra, humanidad, que todos recuerdan en la larga ceremonia fúnebre secular en el hall de entrada del Palazzo delle Aquile, que terminó poco después del mediodía con himnos festivos (“Letizia, Letizia”) y decenas de manos que sostienen y levantan muchas rosas rojas.
“Este es su renacimiento, su resurrección”, repite la hija Shobha que compara a su madre, su maestra de vida y de profesión, con una semilla a la que dejar “crecer en nosotros como esperanza”.

Más que lágrimas, escuchamos palabras de dolor declinadas de muchas maneras.
Como la del alcalde Leoluca Orlando que recuerda el “gran deseo de hacer visible lo invisible en su vida, tanto en sus disparos como en su actividad política” de Letizia Battaglia, pero también “la inocencia, la maldad, la vida, la muerte y el amor sin reglas ni límites”.
por los más pequeños, por los marginados”.
La fuerte impronta humana de la gran fotógrafa, sus utopías y su compromiso cívico son recordados por muchos que de diversas formas han representado cada trozo de su mundo.
Todos están allí para darle el último adiós, desde el profesional consagrado hasta el artesano del centro histórico, desde el representante de la comunidad LGBT (“siempre estuvo presente en los orgullos de Palermo”) hasta Cosimo Scordato, ex párroco de la Distrito de Albergheria: “El suyo -dice- fue un ‘disparo’ no solo fotográfico sino también de avance.
Ella había aceptado el desafío de la política: no era conversadora, había derribado todos los ídolos de la modernidad”.

Don Cosimo recuerda que precisamente por eso “Letizia era de todos” y toma prestadas las palabras de Fabrizio De André para concluir: “Ella siempre fue en una dirección obstinada y opuesta”.
Era tan espontánea, recuerda sor Fernanda Di Monte de la comunidad paulina, que a veces se le escapaba una mala palabra “pero inmediatamente se disculpaba recordando que soy monja”.
En primera fila Vincenzo Agostino, el padre del agente asesinado con su esposa que lucha desde hace años por la justicia, se mantuvo al margen el fiscal general Roberto Scarpinato, el candidato a alcalde del centroizquierdista Franco Miceli, el presidente de el centro Impastato, Umberto Santino, que recuerda las exposiciones organizadas con Letizia.

Y también está Caterina Malizia, la niña Katia con el balón que se ha convertido en una famosa foto de Letizia Battaglia.
Esa niña ahora es una mujer adulta que muestra su belleza junto a la foto hinchada.
Letizia Battaglia la había buscado y encontrado después de casi 40 años.
Así comenzó una relación de cariño.
“Perdí a un querido amigo”, susurra Katia antes de irse conmovida y en silencio.
La gente de Letizia Battaglia se reúne alrededor del féretro en el último momento de la ceremonia.
Luego el largo viaje a Cosenza para la cremación.
Las cenizas volverán.
Shobha reunirá a la familia para decidir cómo será el último rito de separación.
Las cenizas serán esparcidas en el mar de Mondello que, dice la hija, recogerá “la luz de Letizia”.