Palermo, la ‘lentitud’ de Miceli y el descontento en la centroizquierda

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La vacilación de la coalición de centroizquierda.
A pesar de las dificultades del centroderecha.

“Él es Franco y también Miceli y eso está bien, pero tiene que ser más rápido.
De lo contrario nos estamos comiendo la ventaja que tenemos.
Es un muy buen candidato, pero debe entender que tendrá que hacer casi todo él mismo.
Tal vez esperaba un camino más fácil…”.
La voz que subraya claramente las preocupaciones del centroizquierda es la de una persona que sabe leer a las personas y las cosas y que habla con la cortesía del anonimato.
Estos son tiempos difíciles, se necesita poco para volar los nervios, y la coalición que comenzó temprano nunca querría dar la impresión de peleas y divisiones.
Esos se dejan voluntariamente al centro-derecha.

Pero incluso entre los progresistas hay perplejidades.
Estos se pueden resumir así, según varias voces amigas, que pertenecen a ese proyecto y que quedan lúcidamente en la pieza.
Miceli es una muy buena persona, una gran profesional, una candidata competitiva a la alcaldía.
Si no hubiera estado allí, habría sido difícil ofrecer una propuesta política a la altura de los desafíos que enfrenta Palermo, dicen.
Sin embargo, a la hora de la pelea se está mostrando un poco demasiado serio, como unos centrocampistas de geometría y orden.
¿Y cuándo se hunde el aparejo? No tanto en la crítica natural a los adversarios estaría el retraso, sino en el posicionamiento de programas detallados, mujeres y hombres, de ideas que deberían garantizar una ‘continuidad-discontinua’ después del orlandismo.

En cambio, aquí está el mascullar mascullar que tantos comparten sin decirlo abiertamente, sólo Giusto Catania con valentía se expresó con la firma – está dejando espacio libre para los demás, aunque en el relato de rencillas que, sin embargo, polarizan la atención y el patetismo y que podrían conducir a la ansiada síntesis, en esos lados opuestos.

Un oponente siempre sarnoso – ese centroderecha – que sabría aun recomponerse y triunfar, si encontrara el codiciado y mesiánico nombre unitario, neto de algunas defecciones.
He aquí el miedo más o menos confesable: que la oportunidad de ganar o de intentarlo seriamente, por la izquierda, en una delicada transición del orlandismo al salto al vacío, se vea comprometida por la lentitud.
Un escenario plausible, generalizado y endémico -la lentitud- que se vive como un pequeño drama.
La presentación de la competidor alcalde de la ciudad, con muchos temas tocados en clave todavía genérica, no se percibía como tranquilizador.
En estos días hay reuniones para acelerar que deberían dar una velocidad diferente.

¿Sería realmente Franco Miceli una especie de perezoso electoral? La alusión político-zoológica parece excesiva.
Es un candidato que debe hacer frente a una pesada herencia, una especie de paisaje de horrores atravesado por tráfico, basura, varios y posibles, así como el supremo escándalo del cementerio de los Rolls.
Y debe hacerlo sin negar nada, al mismo tiempo que se sitúa como un elemento discontinuo.
Su paso se mide por la astucia de una estrategia que se quiere sólida, de un horizonte que necesita pacientes constructores, de una arquitectura que no se parece a la friable casita del cerdo más salvaje del cuento de hadas.
Sin embargo, no es seguro que haya tiempo para construir algo inmediatamente, con la maduración necesaria.
Por eso, entre orlandianos y no orlandianos, ya ha despegado cuidado con el lobo.