«Todos somos conscientes de que recordamos un hecho que aún sucede, lamentablemente a menudo, ante nuestros ojos. ¿Cuántas veces los medios de comunicación recogen noticias e imágenes de niños nacidos mientras una madre cruza el Mediterráneo en un barco lleno de inmigrantes? ¿Cuántas veces hemos escuchado y seguimos escuchando que una mujer se ve obligada a experimentar la alegría de la maternidad al aire libre, restringida en un campo de refugiados, en alojamientos improvisados, atrapada en las fronteras nevadas de una Europa civil y culturalmente evolucionada? ¿O una niña de Palermo que da a luz a un niño escondido en un rincón de nuestros suburbios urbanos y existenciales? Cuanta indiferencia, cuanta oposición, cuantos ataques a la vida, en su ascenso, en su desarrollo y en su decadencia». Lo dijo el arzobispo de Palermo Corrado Lorefice en su homilía durante la misa de Navidad.
«De esta “casa común” cada vez más encerrada y atrincherada en compartimentos estancos, en el individualismo, en la ‘singularidad’, en los nacionalismos, en las reivindicaciones identitarias agresivas, ideológicas, éticas, religiosas, políticas, cada vez más campo de batalla y teatro de locuras narcisistas y homicidas. Basta pensar en los protagonistas de la aberrante guerra ruso-ucraniana que roba a los hombres la paz en la tierra», añadió.
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