El caso de Santina Renda, dice su hermana: “Un hombre con barba y lentes de sol se la llevó”

Corría 1990 cuando Santina Renda desapareció misteriosamente a la edad de seis años del patio del edificio donde vivía. Esa tarde ella y sus amigos, como todos los días, tocaron en via Pietro D’Aquila en el barrio de Cep, ahora llamado San Giovanni Apostolo. Junto a ellos estaba Francesca, un año menor que Santina que ahora tiene 37 años y que a pesar de su tierna edad recuerda bien aquel triste 23 de marzo. La mujer, invitada de Mattina cinque junto a su madre Enza Scurato, contó algunos detalles que resurgen de sus recuerdos de infancia:
“Bajamos temprano en la tarde después del almuerzo, como siempre lo hacíamos. Bajamos a un patio donde solo había una entrada. Mi madre nos llamaba de vez en cuando. Recuerdo que ese día andaba por allí un coche blanco de gran cilindrada. Luego se detuvo y llamó la atención de los niños, creo que con dulces o peluches. Santina si no sabia no se acerco a nadie pero se acerco a ese carro. Un hombre la tomó del brazo y la subió al auto. También había una mujer adentro. Fui a casa y mi madre me preguntó por mi hermana. Estaba convencido de que venía pero no pasó”.
En 1990 los secuestros eran frecuentes pero con fines de extorsión. La familia de Santina no era rica y, por lo tanto, esta posibilidad se excluyó de inmediato. Más bien, se pensó en una incautación realizada por traficantes de órganos. También se siguió la pista gitana y se escuchó a amigos, familiares y conocidos. Pero Santina Renda se había desvanecido en el aire:
«Se lo tomaron fuerte a mi hermana -dice Francesca-. Todavía recuerdo la cara del hombre que lo cogió: tenía gafas de sol y barba poblada». Santina no gritó, señal que podría sugerir que el niño conocía a sus secuestradores, pero su hermana lo excluye: «No creo que los conociera -dice la mujer de 37 años durante la entrevista-. Y nosotros ni nos creemos la versión del chico inestable’.
Francesca Renda se refiere a Vincenzo Campanella, un joven del barrio apodado “el idiota” por ser un enfermo mental que se denunció diciendo que Santina había muerto al caer de su scooter. Sin embargo, al niño no se le creyó porque sus declaraciones eran confusas y poco confiables. Además, no pudo encontrar el pequeño cuerpo de la niña. El hombre, sin embargo, dos años después, fue acusado del asesinato del primo de la pequeña Renda: Maurizio Nunzio, de solo 8 años, fue encontrado con la cabeza destrozada a golpes de palo. Por este asesinato esta vez se encontró la responsabilidad de Campanella, quien fue condenado a 29 años de prisión.
“¿Porqué ella? – preguntó Francesca con entusiasmo, recordando aquella mala tarde -. A menudo me pregunto esto, pero hoy todavía no tengo una respuesta. Cada día de mi vida vivo con la esperanza de volver a encontrarlo. Ojalá tuviera al menos una lápida por la que poder llorar. Nunca hemos perdido la esperanza y nunca hemos dejado de buscarla -concluye la mujer- y hoy, gracias al abogado Ferrandino y las redes sociales, vamos muy rápido».
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